En un mundo marcado por desafíos ambientales y sociales, la inversión sostenible emerge como una fuerza transformadora. Este enfoque financiero no solo busca rendimiento, sino también un impacto positivo en el planeta y la sociedad.
La inversión sostenible integra criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG/ESG) en la selección de activos. Su esencia radica en equilibrar la rentabilidad financiera y el propósito, apoyando proyectos que promuevan la mitigación del cambio climático, la economía circular y la diversidad laboral.
Hoy en día, la sostenibilidad se considera una estrategia central de negocio y un mecanismo de gestión de riesgos extrafinancieros, más allá de una simple herramienta reputacional.
El impulso de los fondos sostenibles en España ha sido espectacular. En septiembre de 2025, el patrimonio gestionado alcanzó los 170.000 millones de euros, representando el 38,9% del total.
Desde marzo de 2021, su peso sobre el conjunto de fondos pasó del 9,8% al 38,9%, con un crecimiento de 10.474 millones solo en el tercer trimestre de 2025.
Los fondos indexados ISR registraron una rentabilidad anualizada del 4,4% hasta junio de 2025, frente al 2,2% de la media de fondos españoles.
Según Morningstar, más del 60% de los fondos sostenibles superaron a sus equivalentes tradicionales en los últimos cinco años, especialmente en periodos de alta volatilidad.
Un metaanálisis de la NYU y Rockefeller Asset Management revela que el 58% de los estudios encuentran una relación positiva entre desempeño ESG y financiero.
La inversión sostenible aporta diferenciación estratégica real y acceso a sectores clave de la transición ecológica.
Como toda inversión, los productos sostenibles conllevan riesgos financieros que, sin embargo, suelen compensarse con una mejor gestión de riesgos extrafinancieros.
Existen ciclos en los que la ISR puede quedar por debajo de las rentabilidades tradicionales, como ocurrió en parte de 2024-2025, aunque la tendencia de largo plazo sigue siendo de convergencia y superación.
La incertidumbre regulatoria y los cambios en políticas energéticas internacionales también representan desafíos potenciales.
El Reglamento SFDR de la UE clasifica los fondos en artículo 8 (características ASG) y artículo 9 (objetivo sostenible). Este marco busca reducir el greenwashing y garantizar métricas claras y fiables.
España se sitúa como un actor activo en la definición de estándares y participa en los modelos de financiación sostenible europeos.
Hasta el 88,6% de los inversores minoristas en España prefiere productos sostenibles, aunque existe una brecha de conocimiento sobre sus características.
La oferta se diversifica para acomodar perfiles de riesgo conservadores y agresivos, mientras que inversores institucionales lideran la demanda de bonos verdes y productos avanzados.
El índice S&P Global Clean Energy Transition creció un 28% en 2025, impulsado por renovables, baterías y captura de carbono.
En el primer semestre de 2025, se realizaron nueve fusiones y adquisiciones superiores a 5.000 millones de dólares en el sector ecológico.
El fondo soberano NBIM reforzó su apuesta por Iberdrola, mostrando el compromiso institucional con la sostenibilidad.
Se prevé un aumento continuo del volumen y sofisticación de productos sostenibles, con regulaciones cada vez más exigentes en transparencia e impacto.
La sostenibilidad se consolida como ventaja competitiva clave y motor de transformación empresarial. Invertir de manera responsable no solo genera valor financiero, sino que contribuye a un planeta más justo y próspero.
Referencias